Tal y como expliqué brevemente en este otro post, el tema del dinero es algo que siempre me ha interesado mucho.
No suele estar muy bien visto el decir algo así en público, al menos en ciertas sociedades. Parece que uno tenga que ser un avaro o un egoísta solo por el hecho de comentarlo. Y muchas veces se traduce en la mente del oyente en que “te gusta el dinero”, como si eso fuera algo malo.
Y a mí de hecho el dinero en sí no me gusta ni me disgusta, pero sí que me fascina lo que representa: libertad para algunos y esclavitud para otros.
Seguimos viviendo en un mundo donde la gran mayoría de personas están “obligadas” a cumplir unos horarios y acatar unas órdenes durante, como mínimo, 5 días a la semana.
Ojo, esto siempre ha sido así. En la prehistoria pasaba lo mismo: si no te apetecía ir a cazar un mamut, no tenías comida. El ser humano siempre ha tenido que intercambiar su trabajo y esfuerzo por los medios de subsistencia.
El tener suficiente dinero te permite romper esas cadenas y ser dueño completo de tu tiempo y de tus acciones. Algo que, hasta hace no muchos años, era exclusivo solo de reyes y señores feudales.
Por otra parte, el dinero, llevado al otro extremo, puede esclavizarte también por sí mismo, sin necesidad de ningún agente externo. Claramente tiene un carácter adictivo y el querer acumularlo puede llevarte incluso a perderte el resto de tu vida.
Me parece fascinante, por ejemplo, como un monarca de un país del primer mundo, que tiene más riqueza, poder y contactos que la mayoría de la población, puede tirarlo todo por la borda por acumular un poquito más de dinero.
Sin embargo, ¿qué es exactamente el dinero? ¿Equivale a algo?
Lo utilizas cada día, ¿pero alguna vez te has preguntado de dónde viene o quién lo dirige? ¿O si se puede crear de la nada? ¿O por qué existen diferentes tipos de monedas hoy en día?
Y lo más importante… ¿sirve de algo saber todo ésto o es simple curiosidad histórica?
Yo creía que era simple curiosidad y que no me aportaría mucho el saber cómo funcionaba el tinglado, más que para llenar mi cabeza de datos. El saber por saber nunca me ha interesado demasiado: me gusta más cuando el saber se puede poner en práctica para mejorar mi día a día.
Hasta que, un tiempo atrás, empecé a engancharme y leer artículos y libros sobre el dinero que respondían a las preguntas antes mencionadas.
Y lo que descubrí fue espectacular.
No solo me afectaba de forma directa este nuevo conocimiento que iba adquiriendo, sino que podía llegar a ser una parte fundamental de mi vida. Una pieza esencial de esa libertad de la que hablaba antes.
Así que voy a tratar de resumir alguna de estas ideas a continuación.
El dinero en su esencia es básicamente tiempo.
Es tiempo humano concentrado, transferido a unas monedas o a unos números electrónicos.
Un billete de 50€ euros, por ejemplo, puede representar un día de trabajo de tu vida, las 8 horas que has estado trabajando durante ese viernes lluvioso de finales de Septiembre.
Tu has ido a la oficina, has hecho tus cosas y al salir te han dado ese billete a cambio de las horas que has pasado. Así que ahora llevas 8 horas en tu bolsillo que luego, si quieres, puedes cambiar por horas (servicios) de otras personas.
Imagina que, de camino a casa, pasas en frente de una librería y con ese billete compras dos libros, que cuestan en total 19€. Acabas de intercambiar 3 de las horas pasadas de ese mismo día por las horas pasadas de otras muchas personas: las de los escritores que escribieron los libros, las de las personas que trabajan en la editorial que los publicaron, las de las personas que trabajan en la fábrica de papel, las del diseñador de las portadas y las del librero que te los acaba de vender.
Es una maravilla, ¡has intercambiado tu tiempo individual por tiempo de otras personas que ni siquiera conoces de una forma extremadamente sencilla!
Hasta aquí todo bien, ya sabemos al menos a qué equivale el dinero: A tiempo de trabajo.
Hemos desarrollado un método para “embotellar” nuestro tiempo y trasladarlo hacia el futuro. Es espectacular.
Todo sería genial en este punto si tus 8 horas embotelladas de hoy pudieran guardarse y no perdieran su valor, es decir, que si dejaras esos 50€ en un cajón y los recuperases dentro de 20 años, siguieran siendo esas 8 horas exactas.
Para ello, el ser humano ha tratado siempre de encontrar el mejor material que sirva de dinero. Como todos los demás inventos, éste ha ido evolucionando y mejorando a medida que han ido pasando los años y los siglos.
A lo largo de la historia, se han utilizado como dinero todo tipo de objetos: conchas, semillas, sal, dientes, cigarrillos, bronce, plata, oro, papeles ornamentados y firmados…
¿Cuál es el problema de utilizar, por ejemplo, conchas de mar como dinero? ¿Por qué no seguimos utilizándolas?
Bueno, básicamente si alguien consigue obtener muchas de esas conchas yendo a la playa y cogiéndolas, podría dominar la economía fácilmente, “saltándose” esa premisa de conseguir dinero gracias al trabajo y obteniendo poder sobre el tiempo de todas las demás personas. Es decir, que no son tan escasas como para poder utilizarlas como dinero hoy en día.
Eso por una parte. Luego está el tema de poder llevar muchas de un lado a otro fácilmente. O el tema de que, si las guardas durante unos años, es posible que empiecen a descomponerse.
Por tanto, se buscaba algo que fuera extremadamente escaso, que se pudiese transportar fácilmente, que fuera duradero, divisible y aceptado unánimemente.
Los metales proporcionaron varias de estas características, pero uno lo hizo mejor que nadie: el oro. Miles de años de historia y evolución lo encumbraron como el claro ganador de la contienda, gracias sobretodo a que no se descompone y que es muy difícil de encontrar y, por lo tanto, escaso (¿Alguna vez te has preguntado por qué al ganador de cualquier competición se le da una medalla de oro?).
Ok, perfecto. ¿Y entonces qué ocurrió? ¿Por qué nosotros no utilizamos el oro?
En resumidas cuentas: algún día a lo largo del siglo 7, en un lugar de China, a alguien se le ocurrió que un papel bonito y firmado podría constituir una prueba de que esa persona se le debía algo. Esos papeles en sí mismos no valían nada, pero eran una promesa del emisor, intercambiables siempre por otro objeto de valor, como las especies.
Normalmente, la emisión de estos papeles era a menudo de duración limitada, y con algún descuento a la cantidad prometida más tarde.
Desde entonces la cosa fue evolucionando.
Luego, otro grupo de gente pensó que, en vez de llevar oro encima, estos mismos papeles podrían constituir una prueba de que la persona que los tuviese poseía ese oro. Un buen ejercicio de imaginación.
Es decir, por ejemplo, una onza de oro (31 gramos) valía lo mismo en su día que 35 papeles del gobierno de los Estados Unidos. Y el precio no cambiaba. Esto hacía que ese papel, llamado dólar, valiese siempre lo mismo y no perdiera sus horas de valor guardadas, gracias a que en realidad no era solo papel, sino oro.
Y por eso mismo lo llamaron “el patrón oro”.
Hasta que un buen día en 1971, se canceló esa conversión. El gobierno dijo basta. El fin del patrón oro. De repente, esos papeles ya no tenían un valor equivalente en oro, sino que tenían vida propia: simplemente el valor que creyese el conjunto de personas que los utilizaban.
¿Cuál es el problema entonces?
Básicamente que el papel, aunque sea un papel bonito y firmado, no tiene las propiedades que comentábamos anteriormente que el dinero debe tener para ser dinero:
“…se buscaba algo que fuera extremadamente escaso, que se pudiese transportar fácilmente, que fuera duradero, divisible y aceptado unánimemente…”
Los billetes pueden ser divisibles, transportables, aceptados de forma unánime… pero no son duraderos ni por supuesto escasos, la propiedad más importante de todas si es que tuviéramos que elegir alguna de ellas.
¿Por qué no son escasos? ¿No los fabrican de manera que sea muy difícil copiarlos?
Porque el banco central que los emite puede imprimir más cuando le de la gana.
De hecho, hoy en día no hace falta ni siquiera encender la impresora: se pone la cifra en un ordenador de ese banco central y listo, dinero creado, que luego se distribuye a los demás bancos.
Es decir, la escasez, característica básica y esencial de cualquier dinero, queda completamente anulada.
Así que ésto es lo que ha ocurrido durante los últimos años:
Es decir, según el gráfico $100 del año 1913 equivalen hoy en día a… $3.87.
Por lo tanto han perdido el 96% de su valor inicial. Esas horas de trabajo guardadas en el billete de cien del siglo pasado se han ido evaporando, poco a poco, hasta valer solo unos minutos de hoy.
¿Cómo puede ser ésto? ¿Qué ha ocurrido aquí?
Seguro que alguna vez has escuchado la palabra inflación.
Se suele decir que la inflación ocurre cuando suben los precios de los bienes (y seguro que lo has notado en cómo se encarece el transporte público de tu ciudad, año tras año) pero en realidad es lo contrario: no es que los precios estén subiendo, sino que el dinero en sí está perdiendo su valor.
Sigo simplificando mucho pero, ¿por qué el dinero pierde su valor a medida que pasa el tiempo?
El que pierda su valor no es una característica intrínseca del dinero, sino solo del dinero concreto que utilizamos hoy en día, de los dólares, euros, yenes, libras y demás.
Pero en realidad no tendría por qué ser así.
El dinero que utilizamos hoy en día pierde su valor porque más dinero entra en el sistema. Menor escasez es igual a menor valor.
La escasez, como hemos visto con el oro, es fundamental para que el dinero sea considerado como tal. Si algo es abundante, no se puede utilizar como dinero.
¿Y por qué entra nuevo dinero en el sistema? ¿Por qué los bancos centrales “imprimen” dinero de vez en cuando?
Básicamente porque creen que así pueden controlar, de forma artificial, la dirección de un país o región, evitando por ejemplo las catastróficas consecuencias de las crisis económicas que ellos mismos han promovido.
Es así como se ha ido sorteando la del 2008 y como intentan sortear la del Coronavirus:
Esta gráfica nos muestra el total de dinero en la economía de Estados Unidos. Como vemos, a partir del año 2008 de repente hubo muchísimos más dólares en circulación, introducidos mediante el banco central para intentar paliar la crisis sin mucho éxito. Y también podemos ver una última subida espectacular este mismo año 2020.
¿Qué significa todo ésto?
En el momento en que un individuo o institución tiene el poder para crear dinero de la nada, esa institución obtiene también el poder sobre el tiempo de todos los demás integrantes de esa sociedad.
Llevado al extremo, este poder, esta impresión indiscriminada de dinero, lleva a la llamada hiperinflación. Parece entonces que los precios de los bienes empiezan a subir de manera alocada, pero en realidad como hemos visto no es eso, sino que el dinero en sí está perdiendo su valor a marchas forzadas.
Si paramos un momento y nos vamos a la Wikipedia:
Como primer usuario de moneda fiduciaria, China fue también el primer país en experimentar hiperinflación. El papel moneda se introdujo durante la dinastía Tang, y fue generalmente bien recibido. Mantuvo su valor, ya que los sucesivos gobiernos chinos establecieron controles estrictos sobre la emisión. Fue solo cuando se rompió la disciplina en la cantidad suministrada que surgió la hiperinflación. La dinastía Yuan (1271–1368) fue la primera en imprimir grandes cantidades de dinero fiduciario para financiar sus guerras, lo que resultó en una hiperinflación.
Hay tanto dinero en circulación que el dinero en sí ya no vale nada.
Lo cual puede llevar a situaciones tan surrealistas como ésta de la imagen. En ella vemos la cantidad de billetes que hacían falta en el año 2018 en Venezuela para comprar un rollo de papel higiénico: 2,600,000 bolívares ($0.40).
Sin embargo, la hiperinflación es lo último que ocurre antes de destrozarse por completo una economía.
Si no lo llevamos al extremo, lo que pasa antes es lo que nosotros vivimos año tras año: una inflación sostenida (además de constantes ciclos que acaban con crisis económicas). Tus horas guardadas van perdiendo valor poquito a poco. Un robo silencioso por parte del gobierno, que expropia tu dinero sin que lo sepas siquiera.
Casi podríamos decir que es el robo perfecto.
Pero en el fondo, significa que los dólares o euros que estás utilizando no tienen ningún valor. Valen lo que vale el papel con el que están hechos y poco más.
Un atisbo de ello lo vemos en que, los mismos bancos centrales que crean dinero de la nada, realmente no utilizan ese dinero para saldar sus cuentas entre ellos, sino que utilizan… ¡oro!
Por supuesto, ¿qué sino? Estas instituciones saben que su dinero es una ilusión, un castillo de naipes, así que utilizan lo que de verdad sí es dinero, el metal precioso.
Aquí puedes ver por ejemplo cuánto oro se movió entre bancos centrales el pasado mes de Julio.
El oscurantismo con el que se ha tapado a la economía durante este último siglo, llenándola de conceptos extraños, teorías no probadas que se toman como ciertas y regulaciones o desregulaciones continuas, ha tenido como efecto el que acabe siendo un tema totalmente críptico para la mayoría de personas.
Casi nadie sabe como funciona realmente la economía. Y esto es genial para aquellos que dirigen hoy en día su curso.
Hemos sido engañados durante toda la vida para creer que el dinero que utilizamos es dinero, pero no lo es.
La ilusión de momento está aguantando, pero ya últimamente cogida con pinzas. El tema es que los gobiernos hasta ahora han podido obligar al uso de su dinero mediante la fuerza, disfrazada de legalidad e impuestos.
¿Crees que, por ejemplo, los venezolanos, quieren seguir utilizando su moneda, que actualmente no vale nada? ¿Por qué no utilizan otra moneda más fuerte o una criptomoneda?
Porque su gobierno no lo permite.
Los gobiernos tienen el monopolio del dinero, el cual les proporciona el monopolio de la fuerza, el cual sostiene el monopolio del dinero, en un circulo vicioso.
Una vez sabido todo esto, ¿qué puedo hacer como individuo?
A nivel práctico, puedes invertir en oro u otros bienes que, en vez de depreciarse como el dinero, mantienen o suben de valor.
(Recuerda que el que tu inversión suba de precio a veces no es tanta consecuencia de su demanda, ¡sino de la depreciación del mismo dinero con el que se le compara!)
El problema de ésto es que el gobierno sigue teniendo el poder para regular y controlar estos mercados, sacando leyes que hagan ilegal la tenencia de oro, por ejemplo.
Por otra parte, el invertir en otros bienes físicos puede tener consecuencias positivas para ti, pero negativas para el resto de la sociedad de forma colateral. Por ejemplo, al haber tantas personas invirtiendo en inmuebles (para salvaguardar sus ahorros que sino serían afectados por la inflación), su precio no para de subir, impidiendo a toda una generación posterior acceder a su propia vivienda.
¿Y entonces qué?
Bueno, desde hace unos años, también puedes empezar a mover parte de tu riqueza a una nueva forma de dinero que cumple con todos los requisitos que debe tener el dinero mejor incluso que el oro. Se llama Bitcoin.
Antes comentábamos que uno de los requisitos fundamentales de algo para considerarse dinero es su escasez. Pues bien, Bitcoin es la única “cosa” conocida en el universo de la cual se conoce la totalidad de su oferta.
No se sabe cuánto oro hay y habrá en el mundo, se puede hacer una estimación pero no es una unidad fija. Por supuesto, no se sabe cuántos dólares hay y habrán, en cuanto al banco central le da la gana se crean nuevos… Pero si se sabe cuántos Bitcoins hay y habrán. De hecho, se sabe desde el primer día de su creación.
Y, por otra parte, a diferencia del oro, el gobierno puede declarar ilegal su uso y tenencia, pero no pueden hacer cumplir esa ley, ya que en última instancia es posible guardar Bitcoins en tu mente, recordando una contraseña.
Pero no hemos llegado hasta aquí para que yo te convenza de que cambies tus euros por Bitcoin, ni mucho menos. Porque sino tendría que escribir otro artículo igual de largo que éste a continuación.
Hemos llegado hasta aquí para empezar a preguntarnos de forma regular qué es el dinero, por qué existe y si lo que estás utilizando es dinero o no.
Podemos empezar a dudar de todo, en cuanto a la economía se refiere. Y también a empezar a ver el dinero que tenemos en el banco como lo que es: una ilusión colectiva que últimamente está haciendo malabarismos al borde de un precipicio.
Buen artículo Pablo, muy interesante. Veamos hasta donde llega todo esto, desde luego imprimir billetes no es una estrategia sostenible a largo plazo.
¡Muchas gracias Marcos!
Exacto, a corto plazo no tiene sentido y creo que ya la mayor parte de personas se han dado cuenta de que siempre es mucho mejor mirar al largo plazo en la mayoría de ámbitos (medioambiental, económico, vital…)
Será curioso ver qué ocurre en las próximas décadas.
¡Un abrazo!
¡Magnífico artículo Pablo!
Sigues poniendo tu granito de arena para abrir conciencias, esta vez sobre el dinero, un tema muy engorroso y que da para mucha reflexión.
Esperemos que este artículo ayude a la gente a comenzar a realizarse las preguntas correctas para actuar en consecuencia, e intentar ser un poco más libres.
¡Un abrazote!
Gracias por tu comentario Carlos!
Sí, he tratado de resumirlo mucho aquí, pero la verdad es que el tema da para rato y es interesantísimo ^^
Un abrazo grande!