//Este post es la tercera parte de la serie Vivir de Internet (1) y Viajar y Ganar Dinero (2) Te recomiendo leerlos antes para tener una idea del contexto en el que nos movemos. //
Bien, ya estaba en casa otra vez después de haber hecho realidad un viaje en solitario por el mundo, algo que me hacía sentir como un privilegiado.
¡Había hecho realidad un sueño! ¡Mi vida estaba siendo una aventura!
Es como si hubiera cogido mi vida y le hubiera dado un aire de película. ¿Quién no se sentiría bien ante algo así?
Sin embargo, ahora que había vuelto tenía lo que algunos llaman “el síndrome del viajero eterno“.
Me sentía como un extraño en mi propia ciudad, donde siempre había vivido. En los últimos meses había experimentado demasiadas vivencias y emociones fuertes que habían cambiado mi personalidad y mi forma de ver la vida y, por el contrario, en Barcelona todo seguía exactamente igual que como lo dejé.
¿Y ahora qué?
La enorme ilusión de volver a ver a todos los seres queridos se fue desvaneciendo a medida que me encontré con ellos y, al cabo de pocas semanas, solo quedaba en mi interior una profunda nostalgia.
Echaba de menos Malasia. Echaba de menos Tailandia. Echaba de menos Omán. Echaba de menos a tantísimas personas que había conocido en mi camino. Echaba de menos esa incertidumbre que me proporcionaba la aventura. Echaba de menos paisajes, olores, situaciones y vivencias, e incluso echaba de menos todos aquellos días en los que me había sentido realmente mal. ¡Al menos entonces estaba vivo, estaba presente, sintiéndolo todo profundamente!
Ahora ya solo vivía en el pasado, recordando el viaje, o en el futuro, pensando qué sería de mi y qué dirección tomar a continuación con mi vida. Mi cabeza no quería venir al ahora, ya que éste se estaba convirtiendo en algo demasiado doloroso, emocionalmente hablando.
Seguía ocupado en editar y publicar un segundo libro, que sería la recopilación de todos los post que había ido escribiendo en el blog durante el viaje.
Ah, el blog… había sido una gran herramienta para poder compartir mi viaje pero ahora ya era más un engorro que otra cosa. No tenía material mental para escribir en él, ¿Qué iba a escribir? ¿Sobre cómo eran mis vacaciones de verano? ¿Reflexiones constantes sobre la vida? Cualquier idea posible palidecía en comparación con lo que había llegado a explicar y compartir durante el viaje.
Sentí que había llegado la hora de cerrarlo de una vez por todas.
Después de 4 años necesitaba dar ese paso. No me atraía la idea de tener que verme obligado a escribir en él por obligación, con tal de crear una comunidad de lectores a su alrededor y luego venderles cosas, como muchos otros ‘nuevos bloggers’ estaban haciendo en ese momento. Ese no era mi camino, solo quería compartir mis libros y punto.
Así que escribí un último post de despedida.
Por entonces, la nostalgia había dejado paso en mi interior a una cierta apatía al no tener ningún objetivo concreto en mi vida.
Ya había acabado la universidad, trabajado en varias empresas, viajado por el mundo, escrito un libro, experimentado con los niveles de percepción e incluso había hecho realidad algunas tonterías que me hacían ilusión en su momento, como eran el completar una maratón o comprarme una moto grande. Había hecho realidad casi todo lo que esperaba yo de mí mismo para mi edad.
¿Que sentido tenía el continuar persiguiendo objetivos para luego cumplirlos?
¿Debía ponerme más objetivos y continuar ese círculo indefinidamente -lo cual me parecía absurdo-, o debía ir más allá y buscarle un sentido diferente a mi vida?
¿Quizá un sentido más orientado hacia otras personas? ¿Hacia el descubrimiento del mundo entero, viajando? ¿O hacia la preservación de la naturaleza, por ejemplo?
¿Me estaba centrando demasiado en mí mismo y por eso no acababa de encontrar la ansiada felicidad?
Por fin, ya lo sé… ¡Voy a ser emprendedor!
Hasta que un día, hablando con mi amigo Sickboy, lo vimos claro.
Digo lo vimos porque decidimos entre los dos que íbamos a montar una empresa. Una “startup”, como llaman a las nuevas compañías tecnológicas.
Joder, ¡eso sí que me hacía verdadera ilusión!
Había leído y visto demasiadas películas y libros sobre el tema para sentir en mi interior que esa era la llama que podía moverme, que podía hacer que me levantase cada mañana ilusionado y que saliese otra vez de mi zona de confort.
Yo también quería ser uno de esos emprendedores famosos. Además, ese era el único objetivo que me quedaba por cumplir, de aquellos que me había marcado un par de años antes… estaba claro que era lo que tenía que hacer.
Nos pusimos manos a la obra enseguida.
¿Que era lo primero que necesitábamos?
Una idea, por supuesto.
Ninguno de los dos tenía amplia experiencia en ningún sector ni tampoco un pequeño proyecto que quisiese hacer crecer, así que quedamos un día en el jardín de mi casa, sacamos unas hojas en blanco y empezamos a escribir ideas al vuelo, a cada cual más pintoresca.
Al cabo de unas horas, entre una combinación de varias de ellas, salió la idea que nos iba a transformar en millonarios en unos meses: Una app para móviles que diría al usuario en tiempo real cuántas personas habían dentro de una discoteca, qué porcentaje de ellos eran hombres o mujeres y cuál era la media de edad.
No, ninguno de los dos sabía nada acerca de cómo programar una aplicación, él había estudiado Derecho y yo ADE, pero eso entonces nos daba igual.
Estábamos tan contentos de haberla encontrado, que aún siendo Domingo en seguida cogimos y nos fuimos de fiesta para celebrarlo. ¿Qué mejor que pegarse una buena farra para celebrar que montaríamos una app para el mundo de la noche?
Nos sentíamos vivos, agradecidos y con toda la suerte del mundo a nuestro favor.
La app se llamaría Ounait y mi vida volvería entonces a ser una película, igual que en el viaje.
Al día siguiente, determinamos que trabajaríamos por las mañanas en el garaje de casa de mis padres, para hacer honor a tantas startups famosas que habían empezado en garajes, como Steve Jobs con Apple o Larry Page con Google.
Por suerte, ambos teníamos el apoyo de nuestras familias para poder dedicarnos al completo a esta nueva aventura empresarial, no nos faltaría techo ni alimento.
No teníamos ni la más mínima idea de cómo íbamos a montar la app, así que se nos ocurrió que lo siguiente que necesitábamos eran programadores.
Pero, ¿de dónde los íbamos a sacar?
Tendríamos que convencerles de que era un proyecto serio, dicéndoles que no se les pagaría al principio pero que estábamos dispuestos a darles una parte de la empresa -un porcentaje de acciones- y eso compensaría todo al final, cuando creciéramos mediante las aportaciones de inversores externos y luego, en el futuro, alguien nos comprase el negocio.
Porque esa es otra, tampoco teníamos idea de cómo íbamos a monetizar Ounait, a sacarle rentabilidad económica.
No podíamos hacer una app de pago, ya que entonces no llegaríamos a tener esa gran base de usuarios necesaria para su buen funcionamiento (la tenían que descargar todos los jóvenes del país) y tampoco podíamos poner publicidad, ya que eso arruinaría por completo la experiencia de usuario y no nos gustaba.
Nos reunimos con varios programadores que encontramos por aquí y por allí, enseñándoles varios mockups que habíamos realizado sobre el funcionamiento y características de la app y al final dos de ellos se unieron al equipo.
David era de Barcelona y Lorenzo de Madrid. Todos los nombres que aparecerán en esta historia están cambiados.
Ambos nos ayudaban part-time, sin dejar sus trabajos fijos, mientras nosotros tratábamos de convencerles de que pusieran todos los huevos en la misma cesta con Ounait y que apostaran por nosotros al 100%. ¡Era un proyecto que no podía fallar!
Que poca confianza tenían…
En busca del dinero
Al ver que no nos hacían mucho caso en ese aspecto, decidimos que nuestra prioridad entonces pasaría a ser la búsqueda de inversores externos que nos financiaran.
Pensábamos que si conseguíamos el dinero, nadie nos diría que no a nada y todo el mundo nos tomaría mucho más en serio. El plan era conseguir varias decenas de miles de euros.
Tampoco teníamos ni la más mínima idea de dónde encontrarlos, pero las cosas saldrían solas, como siempre. Teníamos que confiar en la vida.
Creímos que para convencer a esos inversores, necesitábamos un buen business plan en el que se mostraran tanto la idea como las futuras áreas de la empresa, así como algunas previsiones y un pequeño estudio de mercado hecho por nosotros.
Todo en inglés, por supuesto. Estábamos a la última.
Pasamos varias semanas ocupados con todas estas nuevas cosas y, a su vez, tampoco parábamos de ir a visitar a personas que creíamos que podrían ayudarnos de una manera u otra. A algunos les estaré agradecido toda la vida.
Uno de ellos fue Francis, el director de una aceleradora de empresas de Barcelona, que nos escuchó atentamente cuando fuimos a presentarle la idea y que accedió a hacernos de mentor al ver que los dos chavales que tenía delante no tenían ni la más mínima idea de dónde se estaban metiendo.
Eso no es algo que nos dijera así, directamente, sino lo que yo mismo veo con la perspectiva que da el tiempo. Francis se reunía una vez al mes aproximadamente con nosotros y nos ayudaba a descubrir otras perspectivas para el negocio.
Otro de ellos fue Eusebio, que invirtió algo de dinero en nuestro proyecto. Meses más tarde, me comentaría que en ese momento ya sabía que ese dinero iba a fondo perdido, pero que al vernos tan ilusionados decidió ayudarnos.
Gracias a esos pequeños empujoncitos íbamos descubriendo poco a poco lo que teníamos que hacer. En cuestión de un par de meses, cambiamos la idea de Ounait varias veces, hasta acabar con una que poco tenía que ver con la idea original.
De hecho no tenía nada que ver.
Y es que las circunstancias y el conocimiento sobre la realidad que adquiríamos nos obligaban a ello: técnica y financieramente, llevar a cabo la idea que tuvimos en un principio era una tarea casi imposible. Teníamos que pivotar, como se comentaba en el libro El método Lean Startup.
Además, gracias a la búsqueda de información constante de esos meses, descubrimos que en España había una docena de proyectos muy parecidos al nuestro que se estaban desarrollando.
Cada vez que encontraba un competidor nuevo se me revolvía el estómago, pensando que teníamos que ser mejores y más rápidos que ellos o se nos comerían en el mercado.
¡Nos caemos!
La cosa no iba según lo planeado.
Nos sentíamos completamente atascados, sin una dirección ni una idea clara.
Estábamos gastando dinero en gilipolleces, como por ejemplo 500€ en el alquiler de una oficina que utilizamos solo un par de días y que no nos servía para nada.
Creímos que alquilándola nos tomarían más en serio. Fake it until you make it. Vaya soberana idiotez.
Hacía un par de semanas que Lorenzo, el programador madrileño, no contestaba a nuestros Whatsapps y David, el programador barcelonés, estaba siempre ocupado con sus múltiples proyectos para dedicarnos el tiempo que necesitábamos.
En cosa de una semana, los perdimos a los dos y Sickboy y yo nos quedamos solos, como al principio.
A los pocos días conseguimos que se unieran al equipo otras dos personas, esta vez amigos cercanos, y ninguno de ellos era programador de aplicaciones. No sabíamos qué más hacer. Llegábamos al final de un callejón sin salida.
Francis, nuestro mentor, nos comentó el día que lo conocimos que ‘nos íbamos a dejar la salud‘ con nuestro nuevo proyecto. Por supuesto no le creímos.
Ahora, sin embargo, me hacía eco de sus palabras. Físicamente, tenía dolores fuertes en el cuello y tuve que llegar a hacer un ayuno de tres días para curarme, después de descubrir por primera vez en mi vida lo que significaba tener un gran estrés.
Emocionalmente, por otra parte, estaba hecho un desastre. El brillante sueño de ser un emprendedor de éxito no se estaba cumpliendo de ninguna de las maneras y parecía que todo iba a peor a cada día que pasaba.
Sickboy y yo empezamos a tener discusiones acerca de la implicación de cada uno en el proyecto y de la dirección que tomar. Familiares y amigos se impacientaban ante la falta de un proyecto sólido, aunque sabíamos fingir bastante bien que las cosas iban como tenían que ir. Personalmente, yo lloraba algunos días en la soledad de mi casa cuando no me veía nadie, ante esa sensación de fracaso constante.
Era muy impaciente y no sabía qué quería la vida de mí. No podía soportar tanta incertidumbre.
Ahora que miro atrás, sin embargo, veo que vivimos la que recordaremos como una de las mejores épocas de nuestras vidas.
Quizá Sickboy y yo no sabíamos programar nuestra app ni teníamos idea de cómo crear una empresa, pero éramos expertos en divertirnos. Ayudados de vez en cuando por algún estupefaciente, pasábamos mañanas y tardes enteras conversando animadamente sobre la vida y aprovechábamos lo que la ciudad de Barcelona podía darnos.
A pesar del evidente fracaso empresarial que teníamos entre manos, sabíamos que estábamos haciendo lo mejor que podíamos hacer con nuestras vidas: tomar riesgos y lanzarnos a lo desconocido. El aprendizaje estaba siendo brutal.
Ese aprendizaje fue la señal que nos indicó que el camino que llevábamos hasta el momento no era el correcto.
Si hoy nos parece que en el pasado podríamos haber hecho las cosas mejor, es que hemos avanzado.
Por eso, no nos importó demasiado reconocer finalmente ese primer fracaso, después de varios meses de infructuosos esfuerzos, y dejar de lado Ounait para centranos en nuestro siguiente proyecto: Enjoy The Division.
…
//Puedes leer la cuarta parte aquí: Ganar dinero con una web. //
Increible historia de aprendizaje sobre la vida. Es todo un ejemplo la verdad, para mi representa una gran parte de las condiciones humanas (valentía, ilusión, persistencia, creer, etc.) y el esfuerzo que conlleva hacerlas realidad. Muy inspirador.
Gracias Ivan! Me alegra mucho que te haya gustado 🙂
Un abrazo!
Y ahi va cuando nos dejais con las ganas de saber mas sobre enjoy the division aunque por lo que leo tendra que tratar de diversion. Yo tambien quiero emlrender…asi que de mayor quiero ser como vosotros
Jajajaaja gracias Soraya! Ya puedes estar segura de que en el próximo post explicaré la historia de Enjoy The Division y las que vinieron luego… 🙂
Hola Pablo.
Buenas noches.
Primero que nada, me da mucho gusto encontrarme con tu blog, ya que me ha gustado mucho, y por ende he leído varios de tus post.
En particular leí muy detenidamente “La historia no contada” de Larry Page, así como este Post sobre Ounnait.
La primera como una forma de saber más sobre la vida de Larry Page, ya que me parece fascinante, y la segunda en especial, por que al igual que tu estuviste en esa etapa, yo comienzo la misma etapa, y me encantaría poder tener contacto contigo, vía email, whats app, o algo por el estilo.
Me sentiría muy agradecido de tener respuesta pronto y me sentiría halagado de tener contacto contigo, y poder conversar si es que puedes.
Te agradezco primero que nada tu atención a mi comentario, y al igual te agradezco por permitirnos a los jóvenes con esa visión de emprendedores, abrirnos el panorama a la realidad de una StartUp, como es tu caso y por ende el mío.
Atentamente:
David Medina.
medinacamposdavid@gmail.com
Hola David!
Muchas gracias por tu comentario, te contesto ahora mismo al mail que me has enviado 🙂
Un saludo