Después de casi un año emprendiendo uno empieza a discernir ligeramente sobre lo que significa crear un negocio de provecho o crear auténtica basura que no lleva a ninguna parte (por suerte o por desgracia, de momento aún estoy en esta fase). Lo bueno que tiene es que de los errores se aprenden cosas y una de ellas es la premisa básica para empezar: crear algo que aporte VALOR a otras personas. El emprendedor online Billy Murphy lo explica mucho mejor que yo en este post que me he permitido traducir, uno de los mejores sobre negocios que leerás nunca:

En este post, te voy a enseñar cómo crear una vaca que imprima dinero.

“Espera, ¿qué es una vaca que imprime dinero?”

Es una empresa de éxito que imprime dinero en efectivo para ti. Es algo que todo empresario quiere lograr, pero muy pocos saben cómo.

“Ya, ¿pero para eso no se tardan años trabajando en crear una empresa?”

No. No si se hace correctamente.

“Está bien, quiero crear una vaca que imprima dinero. ¿Cómo puedo hacerlo? “

Ese es el objetivo final para la mayoría de emprendedores. Quieren ganar X cantidad de dinero al mes y que llegue de forma pasiva.

El problema es que no tienen ni idea de por dónde empezar. O, igual de mal -erróneamente asumen que saben lo que están haciendo y gastan todo su tiempo trabajando en las cosas equivocadas.

Asumen que hay una fórmula necesaria increíblemente difícil para crear una vaca que imprima dinero. Así que corren dando vueltas, trabajando en cualquier cosa relacionada con su idea, creyendo falsamente que están haciendo un gran progreso sólo porque están ocupados todo el tiempo.

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Debía tener alrededor de 7 años de edad. 

Cogí casi todas mis posesiones -que por aquel entonces no debían ser demasiadas- y las puse bien ordenadas en un mostrador improvisado, que acababa de fabricar con sillas y cajas de zapatos viejas en el suelo de mi habitación. Cada uno de los objetos estaba etiquetado con su correspondiente precio en pesetas.

Había de todo: postales, juegos de la Gameboy, libros, llaveros, relojes, agendas, algún que otro billetero de esos que molaban…

Cuando estuvo listo, llamé a mis dos hermanos pequeños para que vinieran. ¡La tienda estaba abierta! Ya podían empezar a comprar.

No lo hacía porque necesitaba el dinero, sino por la genial sensación de poder vender algo a alguien, de presentar productos que otros querían y poder intercambiar dinero y materiales con otros seres humanos. Por supuesto en esa época no lo pensaba de esta manera, era sólo una forma más de divertirnos y jugar a ser mayores durante un rato. De hecho, extraño era el día en que compraban más de una o dos cosas al pringao de su hermano.

Pero me encantaba.

14 años más tarde, estaba sentado en un aula de universidad escuchando a una profesora explicarme la asignatura de creación de empresas. Había escogido ADE por delante de la carrera de Informática porque creía que allí me formarían para poder ser emprendedor algún día, que era lo que de verdad me gustaba.

Me daba igual emprendedor de qué, siempre y cuando yo pudiera dirigir la empresa e Internet estuviera presente. Continuar leyendo