//Ésta es la octava parte de la serie de post en la que estamos, aquí puedes encontrar el resto. //
Entré en Bigseo por necesidad.
En realidad, teniendo 26 años, arruinado y viviendo en casa de mi madre, cualquier cosa que me diera dinero y me hubiera dejado un poco de tiempo por las tardes para mis proyectos hubiese estado bien.
Sin embargo nada más entrar me encontré con un equipo de personas que trabajaban con ilusión, que vivían con pasión los retos que se les presentaban por delante y sentían como propia la empresa en la que estaban metidos.
Éramos 5 ó 6 personas y aquello era como una familia. Tipo el Padrino.
No había horarios definidos, poníamos la música a tope, las reuniones eran en el bar de la esquina y nos lo pasábamos bien.
Y aún siendo la empresa tan pequeña y joven, todos tenían la convicción, inculcada por Romuald, de que allí se hacía el mejor SEO de España y de que pronto se iba a convertir en algo grande. Muy grande.
SEO, SEO, SEO…
La industria del posicionamiento web en este país aun estaba en pañales y las personas más conocidas en el mundillo eran gente que ganaba mucho dinero utilizando técnicas contrarias a las políticas de Google, lo que se llama comúnmente blackhat.
Nadie estaba haciendo SEO real para proyectos grandes y duraderos y los pocos que lo hacían debían estar escondidos.
Tampoco a nadie se le había ocurrido crear y vender productos relacionados con el posicionamiento. Desde que ésto empezó la industria se había centrado por completo en los servicios: Tu me pagas tanto al mes y yo te posiciono poco a poco la web para que tenga más tráfico y te lleguen más clientes. No more.
Romu, sin embargo, había creado un producto de inversión al que había llamado MBN, mediante una técnica de posicionamiento con varias webs el cual uno podía copar todo un nicho entero en Internet y barrer a la competencia.
Así que, a parte de tener cerca de 800 webs propias en la empresa y de tener clientes cada vez más grandes, vendíamos MBNs.
Total, que visto este panorama tan interesante, el empuje y carisma de Romuald y el hecho de que la empresa crecía rápido y necesitaba de mi ayuda para mantener contentos a los clientes y organizar el trabajo, en seguida me vi completamente identificado con Bigseo y empecé a dedicarle más tiempo y energías.
Olvidé mis proyectos, a los cuales prácticamente ya no podía dedicar tiempo si pretendía seguir viendo a mis amigos y teniendo cuidado de mi cuerpo y me focalicé en hacer el trabajo lo mejor posible.
Me encuentro un reto acojonante de cara
Y la cosa empeoró el día en que, pocos meses más tarde, Romu me propuso ser gerente de la empresa.
A él no le gustaba el tema de la organización empresarial, es una persona 100% creativa y como tal, lo último que le importa es poner orden. Su genio radica en la estrategia y el convencimiento. Así que me ofreció el tomar cargo de Bigseo con el objetivo de crecer en facturación y beneficios a saco de forma sostenible.
Me quedé alucinado ya que, de repente, me encontraba.en una situación completamente nueva para mi, con un reto increíble por delante para el cual no sabía si estaba preparado.
Seguía siendo muy joven y, a pesar de haber empezado varios proyectos por mi cuenta, no tenía experiencia en la dirección general de una empresa con empleados.
Pero por supuesto acepté de inmediato, sabiendo que ocurriese lo que ocurriese, sería una etapa de aprendizaje brutal.
El reto no era sólo profesional sino ya personal: tenía que realizar un gran cambio en mi manera de pensar, hablar y tomar decisiones para transmitir lo que la empresa necesitaba y el rumbo que tomaríamos.
Tenía que ser capaz de decir que NO cuando era necesario, de hacerle ver a alguien que estaba haciendo algo mal o que su actitud era incorrecta, de despedir y contratar a personas, de organizar las previsiones y tomar decisiones en base a ellas o de negociar términos difíciles con clientes y proveedores.
Y eso no es algo que se aprenda de un día para otro.
Y además se aprende la mayor parte de las veces a base de dolor y de fallos. Algunas veces dolió mucho.
Significaba tomar responsabilidad del bienestar profesional de varios empleados -por entonces ya debíamos ser 10 o así- y del crecimiento de una empresa que estaba en pleno proceso de abandonar la etapa de startup para empezar a consolidarse.
Pero bueno, a pesar de estar a punto de morir de éxito un par de veces a lo largo de los meses siguientes a causa del crecimiento tan rápido de la empresa y pasar por varias mini-crisis, la verdad es que en general las cosas fueron muy bien.
Me centré en el equipo de personas, en continuar con la cultura de equipo tan bonita que había, en la que la responsabilidad personal de cada uno estaba por encima del control jerárquico.
Empujados siempre por Romuald, pasamos de tener clientes nacionales pequeños a clientes de talla internacional, la empresa se dividió en varias áreas bien definidas con equipos especializados en cada una, contratamos a muchas personas nuevas y lo más divertido de todo fue el cambio de oficinas.
Hasta entonces estábamos en un local a pie de calle en el que, a lo largo de las últimas semanas, siempre había algún becario alguien al que le tocaba trabajar en los sofás con el ordenador, porque simplemente no cabían más mesas ni sillas, cual lata de sardinas. (eh, que yo también fui becario en su día, jaja)
Romu quería algún lugar grande en el que la empresa pudiese crecer y se le ocurrió buscar naves industriales en alquiler…
Así que en Octubre de 2015 encontró una que le gustaba que estaba hecha polvo pero caía cerca, pasamos un par de meses de acondicionamiento para no morir nada más trasladarnos y en Diciembre nos mudamos allí con lo puesto, trabajando con abrigo, bufanda y guantes a causa del frío que hacía.
Desde entonces la fuimos mejorando semana tras semana, añadiendo a medida que necesitábamos más mesas y estantes, una zona de descanso con sofás, un despacho entero con cristalera y mesa de reuniones, calefacción, aire acondicionado, baños decentes, una cocina… y una máquina recreativa.
Mis hermanos también se iban saliendo con la suya. La heladería que habían montado en Julio pasaba por la época más dura, en invierno, pero vendiendo Gofres y demás pudieron sobrevivir para empezar lo que ahora está siendo un año muy bueno.
Bigseo siguió creciendo y creciendo. Cada mes los ingresos aumentaban y cada semana explicaba a mi familia que habíamos contratado a alguien nuevo y al final era algo tan normal que nadie se sorprendía. La verdad es que era un reto muy entretenido.
Y, a la vez que crecía la empresa, crecía también mi responsabilidad sobre ella, el tiempo que tenía que dedicarle y la presión que tenía para que todo fuera bien.
¡Me pasaba el día entero solucionando problemas que aparecían de la nada! Tenía que hacer malabarismos para poder solucionar lo urgente y dedicarme a las tareas importantes.
Es jodidamente sorprendente cómo los problemas se multiplican como bichitos a medida que crece un negocio, los hay de todas formas y colores:
- Que si uno de los proveedores nos ha cobrado de más en la factura del mes.
- Que si la puerta del baño no cierra bien.
- Que la normativa dice que hay que poner extintores y como aún no hay los becarios no han venido porque el tutor de su instituto se lo prohíbe, y encima no nos han avisado.
- Que si una de las personas que teníamos que entrevistar hoy ha llegado media hora tarde porque se le ha roto la cadena de la bici, llega casi llorando y ahora se solapa con otra reunión.
- Que la contable se va dentro de 15 días y tenemos que buscar a otro rápido o esa área de la empresa va a quedarse sin nadie.
- Que tenemos que hacer un presupuesto para una gran empresa, el mejor y más largo de todos los que hemos hecho nunca en solo dos días, porque lo necesitan ya mismo para presentarlo en una reunión importante.
- Etc, etc, etc.
El problema es que no me daba cuenta de esa presión: estaba en mi cuerpo latente, pero yo no le hacía caso, ocupado como estaba en solucionar los problemas del día a día. Vívía constantemente en el pasado y el futuro, solucionando y anticipando problemas lo más rápido posible, sin experimentar el momento presente.
Hasta que por fin, después de casi un año trabajando, pude tomarme una semana de vacaciones.
Las queridas vacaciones
Cogí un billete a Fuerteventura, en las Canarias.
Estuve toda esa semana en la isla con solete y haciendo cosas divertidas y aún así lo primero que me venía a la mente al levantarme y lo último en lo que pensaba al acostarme era el trabajo.
El trabajo.
No me lo podía quitar de la cabeza de ninguna manera y empezaba a tener signos de ansiedad, aquella ansiedad de la que creía haber escapado al añadir la estabilidad de un trabajo “normal” a mi vida y al dejar de tomar algunas drogas con regularidad.
¡¿Otra vez estamos en las mismas?! Cagoen…
En un principio creí que dedicándole aún más tiempo y esfuerzo al trabajo solucionaría ese problema, ya que disminuiría el estrés, pero en seguida me di cuenta hablando con Romuald de que los tiros no iban por allí: El cuerpo es sabio y me avisaba de que me había ido de un extremo al otro, que ya era hora de parar un poco este ritmo.
Sentía además que no podía dedicarme en cuerpo y alma a un proyecto que, en el fondo, no era mío.
Sí, había ayudado a hacerlo crecer y tenía un rol importante en el asunto, pero mi vena de emprendedor me decía que todo ese esfuerzo podía irse en cualquier momento a la basura, el día en que otros lo decidieran por mi.
Por más sudor y tiempo que le dedicase el dinero que yo recibía a finales de mes era casi siempre el mismo y el activo que estaba ayudando a crear (la empresa) era al fin y al cabo de otra persona.
Yo no tenía el control, no estaba al volante.
Quizá este querer estar siempre al mando es un defecto de fábrica que tenemos algunos, pero si no acabas de comprender el por qué te recomiendo que leas este libro. (no, no es un enlace de afiliado y sí, el libro solo se puede encontrar en inglés, pero vale la pena, es el mejor libro que he leído jamás en temas de emprendimiento).
Así que decidimos buscar un nuevo gerente para Bigseo, alguien con más experiencia que yo que me pudiese sustituir.
Acepté la nueva situación lo más fluidamente posible. Fue un cambio de paradigma muy positivo y una sorpresa para mi mismo, ya que no dejé que mi ambición se pusiera por delante de mi salud.
Para mi eso fue algo muy importante. Y encima el balance final no podía haber sido mejor: había pasado una temporada aprendiendo una locura sobre negocios y sobre mí mismo en situaciones que muchos darían lo que sea por experimentar.
Solo podía estar agradecido.
Y de ésta manera entramos en la siguiente etapa…
Muchas gracias por todo Pablo!! Se te echará en falta. No por tus cualidades como gerente sino por las partidas al Mario Kart jaja!
Jajajaja que grande Pau!! Muchas gracias tio, vendré de vez en cuando para fundirte! jajaja un abrazo!
Me ha encantado tu post Pablo! Eso de querer estar al volante es algo que me suena bastante. En mi caso no se cura con el tiempo…
Hay gente que no entiende que uno prefiera ir al volante de un seat ibiza que en el copiloto de un bmw. Supongo que hay que sentirlo por dentro para entenderlo.
Jajajaja eso parece, que no tiene ninguna expectativa de curarse… la diferencia es que no sólo tu estás conduciendo el Seat Ibiza, sino que el coche es tuyo, mientras que el BMW no sólo vas de copiloto, sino que el coche es de otra persona, jajaja.
Que ilusión poder verte por aquí siempre comentando Jose, espero que todo te esté yendo muy bien 🙂 Un grandísimo abrazo!!
Un post brutal, como suele ser habitual. De tus palabras se desprende la pasión que le pones a todo. Mucha suerte en tu nueva etapa, que seguro sera genial, y si necesitas un programador no dudes en escribirme 😉
Muchas gracias Fernando! Por supuesto, si necesitamos a alguien más adelante me acordaré de ti. Ya lo explicaré en el siguiente post que escriba, de momento empezamos muy a lo “bootstraping”… jaja.
Un abrazo!
Muy inspiradora tu historia y tu viaje. Todavía no tengo claro como he llegado aquí. Pero tienes un fan.
Jajaja, ¡muchísimas gracias! me alegra mucho que te haya gustado, a ver si pronto me pongo a escribir otra vez 🙂 ¡Un abrazo!